El luto es el proceso de adaptación que se produce tras la pérdida de una persona amada. Significa una transformación significativa en la vida y demanda tiempo para adaptarse a la nueva realidad. A pesar de que el duelo causa un sufrimiento intenso, es una respuesta psicológica habitual que, en la mayoría de las situaciones, avanza hacia la aceptación. Mediante el duelo, el individuo se ajusta a la falta física del ser querido, manteniendo al mismo tiempo la relación emocional con él.

Sentimientos y emociones compartidas en el luto

En el proceso de duelo, es habitual sentir diferentes sensaciones físicas, pensamientos y sentimientos. Cada individuo experimenta este proceso de forma singular, pero existen ciertas vivencias compartidas:

Frecuentes sensaciones físicas:

Inquietud o tensión en el pecho

Las Palpitaciones son:

Sentido de agotamiento o escasez de aire

Tensión en los músculos.

Inquisitiva

Pesadillas o falta de sueño

Disminución del apetito

Frecuentes despertares

Debilidad o temblor

Pensamientos habituales: Durante las primeras fases del duelo, es habitual experimentar sensaciones de confusión y agobio, cuestionarse constantemente por qué sucedió la pérdida o reexperimentar la situación repetidamente. Además, puede presentarse problemas de concentración, pérdida de interés por las actividades diarias, olvidos y pensamientos monótonos.

Sentimientos frecuentes: Durante el proceso de duelo, las emociones son variadas y pueden fluctuar. Es habitual sentir tristeza, desamparo, ira, incapacidad, aislamiento, soledad, temor o culpa. Estos sentimientos pueden ser contrapuestos e incluso variar durante el día. Es crucial tener en cuenta que no existe un modo «correcto» de sentir y que cada individuo aborda el duelo de forma individual.

Posibles etapas del luto

Normalmente, el duelo se describe como una trayectoria dividida en fases, aunque no todos los individuos atraviesan cada una de estas ni siguiendo un orden específico. Cada luto es singular. Las fases fundamentales incluyen:

Etapa de choque o conmoción: Inicialmente, es común experimentar confusión, confianza o un sentimiento de irrealidad. Esta fase actúa como un mecanismo de protección que resguarda ante el dolor agobiante de la pérdida.

Etapa de ira o agresión: Aquí emergen sentimientos tales como enfado, irritación o agresividad, que en ocasiones se dirigen hacia uno mismo. Además, es habitual sentir sensaciones de injusticia, trastornos del sueño, reducción del apetito y ausencia de disfrute en las tareas diarias.

Fase de desorganización o desesperanza: En esta etapa, se toma plena conciencia de la pérdida y suele predominar un profundo sentimiento de tristeza. Es frecuente la apatía y la tendencia a dejar de lado las rutinas diarias.

Etapa de reestructuración: Gradualmente, la vida empieza a reestructurarse, se forman nuevos patrones y la memoria del ser querido se transforma de ser dolorosa en una fuente de consuelo.

Durante el proceso, es habitual atravesar estas etapas múltiples veces y vivir una diversidad de emociones. Deja que experimentes cada una de ellas, consciente de que con el paso del tiempo el sufrimiento se hará más leve y te ajustarás de manera más efectiva a la nueva realidad.

¿Cómo identificar el luto persistente o patológico?

El duelo patológico sucede cuando el individuo no consigue superar la pérdida, y los sentimientos negativos se agudizan hasta llegar a ser incapacitantes. Se distingue del duelo convencional por su intensidad, duración y particularidades.

El luto habitual se inicia justo después de la pérdida, con sentimientos muy fuertes que se modifican con el paso del tiempo. Es habitual rememorar al difunto, somatizar algunos sufrimientos y llevar a cabo ceremonias culturales de despedida.

Por otro lado, en el duelo patológico, la fuerza emocional alcanza un nivel tan elevado que se torna incapacitante, provocando problemas como ausentismo en el trabajo, descuido en la atención y higiene personal, y aislamiento social. Además, el luto no siempre se inicia justo después del deceso; frecuentemente se pospone o se extiende, sin progresar por las etapas habituales. Se pueden detectar conductas disfuncionales, tales como rituales obsesivos vinculados al difunto (visitar la tumba diariamente, mantener cenizas, edificar altares, etc.), además de comportamientos obsesivos o delirantes, alucinaciones y un descontento clínicamente relevante..

Si se identifica que el duelo se ha vuelto patológico o se ha cronificado, es aconsejable consultar a un especialista en psicología. Un profesional puede ofrecer el apoyo necesario para superar la pérdida y adaptar la vida a la ausencia del ser querido.

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Raquel Martinez Sanchez
Raquel Martinez Sanchez
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