10 cosas que aprendí tras la muerte de mi hermano

Reflexiones personales y profesionales sobre el duelo

Hace un año y medio falleció mi hermano. Soy psicóloga, y aun así, nada —ni la teoría, ni la experiencia clínica— me preparó para lo que significa realmente perder a alguien que amas profundamente. El duelo, cuando llega, lo desordena todo: la vida cotidiana, las certezas, los tiempos, incluso la identidad.

Desde ese momento, he atravesado múltiples paisajes emocionales. He sentido rabia, ternura, vacío, gratitud, tristeza, nostalgia y amor. He llorado en silencio y he reído con culpa. Y he aprendido cosas que ni los libros ni los manuales podían anticipar. Este texto es un intento de poner en palabras lo que me ha enseñado este viaje —duro, revelador y profundamente humano— que es el duelo.

1. Las frases hechas no ayudan, incluso duelen

“Todo pasa”, “el tiempo lo cura todo”, “sé fuerte”, “tienes que distraerte” … Estas frases están tan normalizadas que muchas veces se repiten casi sin pensar. En general, surgen desde el deseo de consolar, pero también desde la incomodidad que genera el dolor ajeno. Y eso las vuelve, muchas veces, profundamente invalidantes.

Ahora ni hablar de  “Está en un lugar mejor” “todo pasa por algo” “no le gustaría verte llorar” estás afortunadamente nadie me las dijo, pero vamos, he escuchado casos que sí y no sé imaginan lo doloroso e invalidante que es para alguien que en realidad está experimentando un sentimiento legitimo.

Lo que más necesitaba en esos momentos no era alguien que intentara sacarme del dolor, sino personas que supieran quedarse a mi lado en él. No quería atajos. Solo presencia. No respuestas, sino compañía. Porque el dolor no se arregla con frases. Se atraviesa.

2. Cada quien sabe lo que necesita (y eso puede cambiar cada día)

El duelo no se ajusta a un cronograma. Nadie más que tú puede saber lo que necesitas en cada momento. A veces era silencio. Otras, una película que me hiciera llorar. En ciertas etapas, buscar conscientemente el dolor me ayudaba más que evitarlo: conectar con una historia como la de From Scratch (la serie de Netflix) me permitía tocar la herida con respeto, sin anestesia, pero también recordando el amor.

Había días en los que necesitaba llorar, y otros en los que quería bailar. Descubrí que darme permiso para ir sintiendo sin juzgarme era una forma de autocuidado. No hay una forma correcta de transitar el duelo.

3. Está bien sentir dolor. No hay que evitarlo

Una parte esencial del proceso fue permitirme sentir el dolor sin ponerle límites. Socialmente se valora mucho “ser fuerte”, como si eso fuera sinónimo de seguir funcionando igual que antes. Pero yo no era la misma. Y no tenía por qué pretender serlo.

Llorar, recordar, escribir, abrazar el vacío. Todo eso fue, en distintas formas, sanador. Y aprendí algo fundamental: evitar el dolor no lo elimina, solo lo aplaza. Lo que duele, necesita su lugar para no enquistarse. El dolor no es un enemigo. Es parte del amor que se queda cuando la persona se va.

4. El tiempo no lo cura todo, pero da perspectiva

Esta ha sido una de las grandes lecciones. La idea de que “al año” el duelo debe haber pasado está profundamente instalada en el imaginario colectivo, e incluso en ciertas corrientes de la psicología. Pero no es así.

Mi experiencia me mostró que el duelo no tiene fecha de caducidad. Lo que sí cambia con el tiempo es la forma en que lo habitamos. En mi caso, durante la primera Navidad tras su muerte, y habiendo fallecido él un pleno 24 de diciembre, anticipaba que serían días muy difíciles y me preparaba para vivir el dolor. Pero no llegó como lo imaginaba, contrario a lo que pensaba pasé esas fechas de forma tranquila. El dolor llegó días después, con un sueño intenso en el que revivía su partida. Lloré todo el día. No fue un retroceso, fue necesario.

5. No hay que apresurarse a estar bien

Durante meses intenté cumplir con todo: trabajo, comida, casa, vida social… como si todo pudiera seguir igual, hasta que entendí que no era sostenible. Me dije: “No tengo que ser fuerte. Estoy rota, y eso también está bien”. Aprendí a valorar el mínimo esfuerzo como un acto de resistencia y cuidado. Hacer lo mínimo, en medio del duelo, ya es mucho.

Romper con esa autoexigencia fue liberador. No tenía que “ser fuerte” como lo entendemos usualmente. Estaba rota, y ser honesta conmigo misma era mi primer acto de cuidado.

6. La incomodidad ajena no es mi responsabilidad

Una de las cosas más difíciles de sostener en el duelo es el silencio que se genera a tu alrededor. Muchas personas no saben cómo acercarse al dolor. Se incomodan, lo evitan, cambian de tema. Y entonces tú terminas, además de lidiar con tu pérdida, tratando de que los demás no se sientan incómodos.

Aprendí a no cargar con eso. Hablar de mi hermano, nombrarlo, recordar anécdotas, llorar en voz alta… todo eso también es parte de sanar. No tengo que adaptarme a la incomodidad ajena. El duelo no es un tabú, es una parte inevitable de la vida.

7. Hablar del muerto no es morboso, es necesario

Algunas personas cambiaban de tema o se quedaban pálidas cuando yo les decía “es que hace poco perdí a mi hermano”.

Mi hermano está presente en mí. En mis recuerdos, en mis pensamientos, en mi forma de mirar el mundo. Hablar de él no me hunde; me conecta. Cuando escucho salsa, por ejemplo —su música favorita—, es como si una parte de él siguiera bailando conmigo.

El silencio impuesto duele más que el recuerdo. Hablar de quienes ya no están es una forma de hacerlos vivir un poco más. De honrar su historia, sus pasiones, su humanidad.

8. El duelo no es lineal: hay días buenos, malos y peores sin explicación

He aprendido que el duelo no sigue una lógica. Puedes tener semanas tranquilas y luego, sin aviso, algo te desarma. Una canción, una fecha, un sueño. Y no significa que estés “retrocediendo”. Significa que el duelo es así: cíclico, impredecible, humano.

También he aprendido a convivir con emociones que antes pensaba incompatibles: puedo reírme y sentir una punzada de tristeza. Puedo estar feliz y seguir extrañando. Se puede sentir alegría y pérdida al mismo tiempo. Y no es una contradicción. El duelo tiene sus propios ritmos, y nuestra única tarea es escucharlos y sostenernos.

9. Acompañar no es intervenir, es estar

Desde mi formación profesional sé que acompañar a alguien en duelo requiere una distancia terapéutica que permite sostener sin desbordarse. Pero acompañar como hermana fue otra cosa. Fue caminar el proceso junto a él. Vivir su dolor sin que fuera mío, pero inevitablemente sintiéndolo también.

No se trata de hacer algo para que el otro deje de sufrir, sino de estar ahí, con presencia plena, sin intentar arreglar nada. Agradezco profundamente a quienes supieron acompañarme así: sin prisa, sin juicios, sin frases vacías.

10. El amor no muere con la persona

El vínculo con quienes amamos va más allá del cuerpo y del tiempo. Mi hermano ya no está físicamente, pero habita en mí. En mi historia, en mi forma de amar, en mi trabajo, en la sonrisa de mis sobrinos, en la mirada de mi madre. Su muerte me enseñó que el amor verdadero no termina, solo cambia de forma.

Epílogo: Duelo en presente continuo

Hoy sigo en duelo. Pero no como antes. El dolor no desaparece, pero cambia de textura. Se vuelve más suave, más sabio, más silencioso a veces. Sigo llorando de vez en cuando. Y también sigo bailando. Porque el baile me devolvió la alegría y el deseo de habitar el presente.

Agradezco a mi terapeuta, que me acompañó desde el diagnóstico de mi hermano hasta su muerte, y más allá. Y a mí misma, por permitirme sentirlo todo sin culpas, sin atajos. Porque el duelo, cuando se vive con honestidad, también puede ser un camino de profundo crecimiento.

A quienes estén en duelo: no hay una forma correcta de atravesarlo. No hay etapas universales, ni tiempo estimado. Descubran lo que les sirve, lo que les sana, lo que les alivia. Y háganlo sin prisa. Sin culpa.

A mi hermano, gracias por seguir habitándome.

Jimena Gembuel

Psicóloga, Sexóloga y Psicoterapeuta

www.sdesexologos.com

Saludos 👋

Suscríbete y recibe nuestro boletín mensual

¡No enviamos spam! Lee nuestra política de privacidad para más información.

En Homenaje
En Homenaje
Artículos: 52